En su momento no lo entendía,
pero siempre que comíamos fuera y a mí me daba por pedir, por ejemplo, unas
albóndigas con tomate, la respuesta de mi madre era siempre la misma: “Pídete
otra cosa”, a lo que seguía un compungido “¿Por qué?” de mi parte, y finalmente
un “cuándo quieras albóndigas yo te las hago en casa” de ella acababa con la
discusión culinaria. Lo mismo pasaba cuando íbamos al súper y se me antojaban
unas hamburguesas o salchichas, la bandeja se quedaba en el expositor y en su
lugar iba al carro un kilo de carne picada, pero no de la que ya venden como
tal, sino un trozo entero que el carnicero picaba en el momento. Como digo, yo
no entendía las que, entonces, presuponía como manías de mi madre.
Fui creciendo y, aunque me
faltaban evidencias, fui intuyendo el por qué de aquel maniático
comportamiento. Y es que “ojos que no ven, corazón que no siente” o llevándolo
al terreno culinario “ingrediente simple, aditivo que lo suple” (véase el E-621
y su sabor “umami”). Pero dejaré a un lado mi forzada capacidad rimatoria e iré
al grano: si viéramos con qué elaboran en muchas ocasiones la masa de carne
picada, nuestras intenciones de compra serían aún más bajas que la calidad de
estos productos.
No se me quitará de la cabeza la
imagen de un carnicero que, en un supermercado cárnico, llegaba a una enorme
máquina con bandejas llenas de despojos y los vertía en el interior del
artefacto. Haciendo presión con un enorme mazo de madera (cual atasco de
cañería), facilitaba la salida de una masa blanquecina (pues los despojos eran
en su mayoría de grasa) que nuevamente recogía en las bandejas. Esto pude verlo
por casualidad, ya que alguno de los empleados se quedó la puerta de la sala de
despiece entreabierta. El aspecto de la carne picada que estaba en el mostrador
era mucho más rosado y apetecible, nada que ver con lo que se cocía en la
trastienda. Desde luego, el efecto de los “polvitos mágicos” era milagroso.
Evidentemente hay excepciones,
pero, en muchos casos, la picaresca es el ingrediente principal de estos
comestibles (sustantivo bastante apropiado, “comestible”, como la plastilina Play Doh). Aprovechan que el consumidor
no va a reconocer la carne originaria para así utilizar la de peor calidad.
Otro tanto ocurre con las carnes adobadas, que no es que sean carnes frescas precisamente,
actuando el aliño como encubridor de las malas cualidades organolépticas de la materia prima.
Así, hace un par de semanas se publicaba un estudio de la OCU en el que se analizaba la calidad de varias
marcas de hamburguesas. Sinceramente, a mí no me sorprendieron los malos
resultados, lo que si me sorprendió fue el principal motivo de escándalo en los
consumidores: la presencia de trazas de carne de caballo en varias de ellas.
Evidentemente, el hecho de que no aparezcan entre los ingredientes estas
cantidades de carne equina, por mínima que sea, es algo grave y un engaño al
consumidor. Pero, personalmente, me parece mucho más alarmante lo que ha pasado
desapercibido en dicho estudio: la mala
calidad de la carne y la abundancia de aditivos, entre los que destacan los
sulfitos. Se ha demostrado que el consumo de estos últimos no es inocuo para la
salud humana, y más si tenemos en cuenta que algunas de las muestras analizadas
contenían el 90% de la ingesta diaria admisible.
Y es que, aunque quizás no estemos muy habituados a ella, la carne de caballo es perfectamente apta para
el consumo, con un valor alimenticio similar a la del vacuno, menos grasa y rica en hierro. En la cocina
Europea es utilizada desde hace siglos y, en España, podemos encontrarla en numerosas tiendas
especializadas. Por ello, siempre que la materia prima sea de buena calidad, su
consumo no debería suponernos ningún problema para la salud.
Por este motivo, y aunque la omisión en el etiquetado de la presencia de
carne equina es un fraude y debe ser perseguido, creo que el principal foco de
preocupación debería situarse en la pobreza nutricional de muchos de los
alimentos que consumimos y en el abuso de aditivos que pueden tener
repercusiones negativas para nuestro organismo. En definitiva, ser más
conscientes de qué es lo que nos estamos llevando a la boca y exigir el
cumplimiento del derecho a una alimentación de calidad.
A modo de reflexión, os dejo el documental “El plat o la vida”. Una
excelente iniciativa de Nani Moré para, como anuncia el propio eslogan de la
obra, acercarnos a “la diferencia entre llenar estómagos y alimentar a
personas”. Espero que os parezca tan interesante como a mí.
Si supiéremos lo que comemos, en más de una ocasión, no podríamos creer que nuestro cuerpo pudiera digerirlo. Está bien que se denuncien este tipo de cosas para ser más exigentes en lo que a alimentación se refiere y simplemente teniendo en cuenta esos pequeños detalles que tenían nuestras madres, aunque nos suponga un poco de trabajo extra, seria un beneficio enorme a favor de nuestra salud. Un saludo.
ResponderEliminarSí, creo que, en general, hay bastante desconocimiento acerca de lo que consumimos. No estaría de más ser más conscientes de lo que nos llevamos a la boca, ya que, como dices, a la larga nuestra salud nos lo agradecerá.
Eliminar¡Un saludo!
Las madres tienen un instinto natural de protección de los hijos hasta para la comida,nos requiere un poco más de trabajo pero a la larga nos beneficiamos en la salud.
ResponderEliminarBesos.
Beneficios para la salud y para el paladar, porque nada como la comida casera. ¡Besos!
Eliminarno sabia lo de las hamburguesas, a partir de ahora siempre caseras, por suerte mi madre no las compra mucho
ResponderEliminarLo de la carne de caballo no tenia ni que haber pasado, es la venta de gato por liebre, pagar una carne supuestamente de calidad y que te den otra que es mas barata
Está visto que cada día te puedes fiar menos de lo que compras, sobre todo en lo referente a alimentos muy procesados.
EliminarLas madres siempre nos da la sensación de que de pequeños solo nos quieren hacer rabiar con su "consejos" pero al final te das cuenta de que la realidad es otra muy diferente, a mi me pasaba algo parecido con la mía y como siempre llevaba razón!!!.
ResponderEliminarBesitos.
Jeje, es que de pequeño no entendemos de estas cosas, solo de lo que nos gusta y nos llama la atención. ¡Besos!
EliminarTe felicito por el post,un gran trabajo además muy interesante.
ResponderEliminarEl problema de todo esto,por lo menos en mi caso, es que hacerlas tu conlleva mas tiempo y hoy por hoy el tiempo es lo que mas escaséa.Aunque eso no debería ser excusa, lo se, pero nos hacemos comodones.
He probado la carne de caballo y está buena,aunque un poco mas dura.
Un saludo.
¡Gracias! La verdad es que sí, el tiempo es un problema y este tipo de productos lo solucionan bastante bien. Otra solución puede ser preparar nuestros propios platos precocinados. El día que tengamos un poco de tiempo para cocinar, hacemos un poco más de cantidad y podemos guardarlo en el congelador o la nevera para otros días.
Eliminar¡Un saludo!
wowww me encanta, tu blog muy interesante, tus recetas y todo, me quedo a seguirte desde ya! un besazo y feliz domingo!
ResponderEliminarNieves.
http://igloocooking.blogspot.com.es
En casa, mi mujer también rehuye de la carne picada.
ResponderEliminarPrefiere hacerla ella en casa, y afortunadamente a mi ahora se me ha pegado esta mania